domingo, 1 de julio de 2012

Bolillo


Gustavo
Una vez, tiempo atrás, existió un perro llamado Bolillo. Por azares de la vida, Bolillo tuvo que enfrentar muchos problemas en los que se sentía perdido. Creía que nadie podía entender lo que le pasaba y que nadie había sufrido como él. No lograba encontrar la salida. Ni siquiera un alivio a todo el sufrimiento que le aquejaba. Bolillo no encontraba en donde encajar. Le parecía que la vida era injusta con él, porque lo había metido en problemas. Nunca recibió herramientas o ideas útiles para salir adelante. Creía que no había nadie con los mismos problemas. Se sentía el más desdichado de todos los perros. Se sentía un perro sólo, entre un millón de perros. Nadie lo escuchaba. Esta era la vida de Bolillo.
Un día iba caminando Bolillo por la calle, pensando en todos sus problemas, cuando al pasar observó que había muchos perros reunidos, hablando de problemas que se asemejaban a los de él. Esto llamó su atención y se quedó, desde fuera, escuchando todo lo que ahí se hablaba. Y así hizo al día siguiente y también al otro. Los demás perros ya se habían dado cuenta de la presencia de Bolillo, pero no hicieron nada, pues era Bolillo el que debía tomar la decisión de acercarse.
Un día, Bolillo estaba parado de nuevo fuera del lugar, cuando escuchó que quien quisiera hablar de sus problemas podía hacerlo en ese momento. Bolillo vio esto como su oportunidad y, levantando su patita, pasó e hizo uso de la palabra. ­­¡Por fin Bolillo había encontrado la medicina que tanto había estado buscando! Estaba hablando de su experiencia sin ser juzgado. Le estaban prestando atención a todo lo que quería decir de su vida y sentimientos. Cuando terminó de hablar estaba en verdad animado. Sintió un alivio enorme, como si hubiera tirado una gran loza que todo el tiempo trajera cargando en su espalda.
 Bolillo se dio cuenta que no era el único, pues había más perros como él. A partir de ese momento, Bolillo no dejó de asistir al grupo. Le explicaron que a ese grupo iban perros que sienten que tienen algo en común, problemas y sentimientos similares y que se trataba de que todos fueran saliendo adelante; que nadie se quedara atrás. Eso era lo que estaba buscando Bolillo, más perros que sintieran y vivieran lo que él y que le ayudaran a salir de los problemas.
Encontró por fin un lugar en el que se sentía a gusto. Se identificaba y podía hablar de su vida. Se sentía importante, porque así lo hacían sentir los demás perros. Participaba en todas las actividades. Se sentía con voz y voto. Bolillo no dejó de tener problemas, pero le parecían más fáciles de afrontar, pues había quien le ayudara a cargar el peso que antes llevaba sólo. Aprendió el valor de la ayuda mutua, pues después el también tuvo oportunidad de observar como llegaban más perros con las mismas ideas que él tenía hacía mucho tiempo. Su experiencia personal sirvió para que otros perros supieran que no están solos; que hay más perros que han vivido cosas similares y que cuando se dan la pata, pueden llegar muy lejos. Más lejos de lo que llegaría uno solo.

Fraternidad de Grupos de Autoayuda y Ayuda Mutua, A.C

No hay comentarios: