martes, 30 de marzo de 2010

POR QUÉ NOS ENDURECEMOS

El junco se dobla ante la fuerza del aire hasta quedar acosta do sobre el suelo. Cuando el viento cesa, se levanta y de nuevo está erguido, como antes.
Esta imagen china, de una poderosa síntesis, encierra una profunda enseñanza.
Tal vez la contraparte de ella es la figura de esas personas que con el tiempo se van endureciendo y limitando cada vez más en sus movimientos hasta quedar finalmente postradas.
¿Son inevitables la rigidez y el dolor progresivos en la vejez? ¿Acaso la vida nos endurece?
Nuestra cultura tiene una herencia de apología de la rigidez.
Se admira a los hombres duros, a los duros de corazón, a los que andan por la vida sacando pecho y acallando sus emociones para lograr sus propósitos, a los que acometen con crueldad contra quienes se les oponen para llegar a sus metas.
Se idolatran los músculos fuertes, hechos con repetidos y constantes esfuerzos.
Se nos han propuesto modelos de principios inflexibles, ideas fijas, de héroes que andan derecho por la vida y que nunca dan el brazo a torcer.
Se nos ha inculcado el camino de la rutina y la estabilidad.
Sin duda todo esto tiene su valor si se recuerda que el universo es un juego de equilibrio de los contrarios.
En estos momentos de cambio repentino y sorprendente, en que nos vemos en la exigencia de vivir varias vidas en el curso de nuestra existencia, es cuando más necesitamos aprender a fluir, a flexibilizarnos, a dejar viejos esquemas y a disolver antiguos callos del alma.
Un cuerpo carente de movimiento se tensa, se contractura y se llena de dolores, así como un espíritu rutinario se construye su propia jaula y se va deprimiendo como un pájaro sin luz.
La vida es un torrente impetuoso que nos invita a danzar, a llenarnos de colores, a embriagarnos de aromas y de música.
No hay limitaciones biológicas; mientras vivimos siempre hay lugar para nuevos proyectos.
Recuperar la gracia y la agilidad del cuerpo y de la mente no es una penosa tarea de un ejercicio rutinario sino el placer del libre volar de la imaginación.

Lic. Adrián Tucci

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